En una obra de infraestructura pública pasan muchas cosas, algunas sorprendentes y que dejan al descubierto historias que nunca han sido contadas y que son parte de la intimidad de los habitantes de un barrio o de una casa. Ese es el caso de una de las propiedades que la EDU adquirió en diciembre de 2019, la cual se encontraba ubicada sobre la calle Colombia, por donde pasará el intercambio vial que se elevará seis metros del suelo, cruzando la Av. 80 hasta la carrera 81A, con sus 430 metros de longitud y 4000 metros de espacio público nuevo.
Esta casa, la que fue de la familia Tejada Yepes por más de 40 años, era una propiedad antigua. Su construcción data del año 1960, época en la cual le perteneció a un reconocido médico ginecólogo llamado Eusebio Ochoa, quien para inaugurarla convocó a un grupo de amigos, entre los cuales se encontraba el artista plástico Ramón Vásquez Arroyave, ituanguino de nacimiento, quien para ese entonces era un importante pintor y muralista, y quien hoy cuenta con 243 murales como parte de su obra, declarada patrimonio cultural de la nación.
Estado del mural del Maestro Ramón Vásquez
La suerte del médico esa tarde fue tal, que el maestro le propuso pintar en un muro de su nueva vivienda una de sus obras, sin ningún interés más que tener un detalle con el que fuera el propietario de la casa, según cuenta la esposa del artista ya fallecido, la señora Norfa García de Vásquez.
Sobre la realización de la obra no se sabe mucho, como lo dice el propio nieto del artista, Santiago Vásquez; el maestro solía hacer murales en propiedades privadas y sin ningún tipo de registro y sin siquiera comentarlo con alguien. Muchas veces, lo que sucedía es que en los ires y venires del maestro, con algún familiar o amigo, recordaba que en tal lugar había una obra suya, de la que nadie más tenía conocimiento.
Pintado sobre el muro del comedor en una pared de 3.60 metros de ancho por 1.30 metros de alto, el maestro Vásquez plasmó lo que para doña Mercedes Tejada era el encuentro de dos mundos, o como lo expresa el nieto del muralista, el compendio de varias de sus obras y la alegoría a las culturas que descubría en sus lecturas. Hacer una descripción de la obra no es sencillo dado que no existe ninguna reseña al respecto. Sin embargo, lo más relevante que se podría decir sobre el mural sería la conjunción de culturas tan diversas y lejanas entre sí, como lo son la representación de los rasgos colombianos, a través de las palenqueras y de los campesinos antioqueños; y la cultura española, con la presencia del Quijote de la Mancha, personaje del cual el maestro era gran entusiasta y coleccionista. De este mural podríamos decir que cuenta una historia, pero como lo dice Santiago Vásquez, nunca sabremos a ciencia cierta lo que quiso plasmar el artista.
En el año 1976, comenzó a materializarse la suerte de este mural. Cuando la familia Ochoa se propuso a vender la propiedad, la familia Tejada Yepes estaba en búsqueda de una casa con características y ubicación similar. Pero fue el azar quien unió el mural con los Tejada Yepes, quienes sin saberlo un día cualquiera dieron con la propiedad, y fue allí cuando doña Mercedes reconoció la obra. Y es que la señora de la casa no solo era aficionada al arte sino que en algún momento de su vida fue estudiante del maestro, y eso hizo que se enamorara de la casa, la custodiara y hasta “chicaniara” con la obra de arte, pues se sentía orgullosa de tenerla en el comedor de su casa; sabía que era una pieza única a la cual cuidaba y admiraba.
"Para mi el mural era el encuentro de dos mundos" Mercedes Tejada
Y es que parece que el destino de la obra estaba escrito. No solo sobrevivió al paso de los años, décadas durante las cuales fue protegida de los juegos infantiles de los niños Tejada Yepes, de las señoras del aseo obsesionadas con la limpieza, sino que además salió ilesa del atentado a sus vecinos. Un carro bomba de 100 kilos de dinamita accionado en frente del Gaula Rural, el 30 de julio de 1999, cuyo desastre tuvo tal magnitud que dejó 10 muertos y 31 heridos, vehículos, casas y la tranquilidad destruida, la que acompañó por mucho tiempo a los habitantes del sector Estadio, quienes tardaron muchos años en reponerse y recobrar la normalidad de sus vidas. Como por obra de la providencia, el mural quedó intacto, a pesar de que la casa sí quedó medio destruía, los techos, las vidrieras, la puerta del garaje y muchas cerraduras sufrieron daños, pero el muro de la cocina, ese muro con suerte, intacto, a pesar de estar a 30 metros del punto de la explosión.
Cuando comenzó el proceso de adquisición predial de la casa de doña Mercedes Tejada por parte de la EDU, se logró un acuerdo que era fundamental para ella y su familia: recuperar, exponer y conservar el mural para que los amantes del arte lo pudieran disfrutar tanto como ella y la familia Ochoa durante esos 60 años de existencia del mismo. Y esta petición no era de menor relevancia y complejidad. La conjugación de la buena suerte del mural; la voluntad de doña Mercedes de no vender y menos demoler la obra; la gestión de Santiago Vásquez y la disposición de la EDU, dieron como resultado que el mural encontrara un nuevo hogar. A través de la Asociación Amigos por Jericó, Santiago Vásquez, depositario de los derechos de autor de las obras de su abuelo, acordó con el Museo Maja de dicho municipio, acoger la obra, y qué mejor lugar que este espacio el cual fuera el último en donde se expuso la obra del maestro Vásquez.
Pero esta era solo la primera parte del rescate del mural y la suerte no era suficiente. En ese punto comenzaba el proceso de extracción que debía ser llevado a cabo por especialistas en la materia y con las herramientas necesarias para conservar tanto la integridad estructural como la cultural del mural. Para este fin, la EDU contrató a la empresa Durata SAS, la cual ya había realizado operaciones similares y estaba plenamente calificada para ello.
Proceso de extracción del mural teniendo en cuenta todos los protocolos
Los términos técnicos del proceso de extracción son bastante complejos, y es que no es para menos, con todo lo que implicó salvar este mural que era parte de la estructura de la casa, una casa edificada en los años 60 con construcción tradicional. Muros macizos, ladrillos finamente pegados, una viga apoyada sobre el mural, y demás retos que trae rescatar una obra de arte con la misma edad de la casa y con un gran valor patrimonial.
Con gran satisfacción, relata Sebastián Aguirre, ingeniero encargado de la operación, cómo fueron los 10 días de arduo trabajo de su equipo de 5 especialistas en soldadura, estructura, tubería PTM, maquinaria, cálculo, y demás, con quienes se logró extraer el mural con rotundo éxito usando rotomartillos y pulidoras con disco punta de diamante. La obra terminó pesando, junto con el esqueleto de metal, 6 toneladas, la misma que fue trasladada en un montacargas hasta Jericó, en donde hoy reposa en el Museo Maja a la espera de ser instalado definitivamente para el disfrute de quienes aprecian el valor del arte y la historia.
Luego de haber pasado por todo este proceso, Santiago Vásquez dice que está profundamente agradecido con la vida por poner en tan buenas manos el mural desde sus inicios, y por supuesto con doña Mercedes, quien perfectamente pudo disponer del mural avaluado entre 600 y 1000 millones de pesos, pero quien desde siempre tuvo claro que el valor de la obra era emocional y cultural. Esta historia debe servir de ejemplo para que la institucionalidad y los privados valoren más lo que parece para algunos los restos de una época o del talento de un artista.
La recuperación del mural fue realizada por una empresa especialista contratada por la EDU
Por: Milena Restrepo