En sus 46 años de trabajo en las calles del Centro, esta recicladora ha sido testigo directa de muchas de las transformaciones que ha vivido Guayaquil. “Mi labor diaria no es fácil, pero le presto un servicio al planeta”.
Vive en Manrique y comienza a trabajar a las siete de la mañana. Los días laborales se desplaza en bus al Centro y camina hasta La Alhambra para comenzar con su recorrido.
“Me encargo del reciclaje de la calle La Alhambra desde hace 30 años y llevo 46 trabajando en el sector de Guayaquil. Por acá me conocen y son muy colaboradores conmigo, me separan cartón, vidrio y distinto material para reciclar, yo lo saco, lo clasifico y lo llevo al acopio”, resume Juana María Ríos García, y muestra empaques y cajas vacías de chocolates, acompañada de un pendón que dice ´Cornambiente´, nombre de la corporación de recicladores a la que pertenece.
Era una jovencita cuando comenzó a vender aguacates en una carretilla. Le tocó ver la construcción de La Alpujarra y el fin del antiguo mercado de Guayaquil. Presenció cómo ‘El Pedrero’, como se le decía a la calle Díaz Granados, que era empedrada y de vendedores ambulantes, se convirtió en un lugar donde predominaron los bares y las cantinas primero, y los locales comerciales después.
Dejó los aguacates y frutas, por la venta de almuerzos. Le tocó ver la construcción de las estaciones San Antonio y Cisneros del Metro de Medellín, del Parque de las Luces, de la Biblioteca EPM, la recuperación de los edificios Vázquez y Carré, y la peatonalización de la carrera Carabobo.
En los años noventa, “el rebusque” se hizo difícil para Juana María, la calle estaba dura por la cantidad de obras y la congestión vehicular. Entonces conoció el reciclaje, que le generó mejores ingresos y menos problemas, porque algunos de sus clientes nunca le pagaron varios de los almuerzos que les fió. “En esa época todo era un polvero y no se podía respirar, recuerdo que las calles eran sucias y peligrosas, distinto a lo que se ve hoy”.
Con el tiempo también involucró a su hija en el reciclaje y ambas hacen parte de la Corporación Nacional para el Ambiente, ´Cornambiente´, al que pertenecen más de 400 personas, con el objetivo de “cuidar la tierra, el medio ambiente y nuestros hijos por medio de pequeñas acciones que suman, como el reciclaje”.
Su hija incluso sirve como presidenta de uno de los comités de recicladores. Lina María Parra ha acompañado a su madre desde joven y también percibe como positivos los cambios que ha habido en La Alhambra y Guayaquil.
“Mi función es estar pendiente de los recicladores para sacar esta cooperativa adelante. La importancia del trabajo de mi mamá para La Alhambra es clasificar los residuos, llevarlos a la cooperativa y reciclarlos, para limpiar el ambiente y que no se vea tanto desorden en la cuadra”.
Según datos de la Secretaría de Medio Ambiente de Medellín, en el Centro hay 22 cooperativas que agremian a 4.500 recicladoras y recicladores de oficio. Es uno de los sectores de la ciudad donde más se generan residuos de aprovechamiento. Solo en La Alhambra se recogen casi 150 kilos de residuos aprovechables.
Lo que más valora de su trabajo es el trato de la gente. Siente que el viejo Guayaquil no ha muerto, porque mucha gente tiene tanto tiempo de trabajo como ella y sigue trabajando por el bienestar del sector.
Cuando cae la tarde y dan las siete de la noche, Juana María ha terminado su jornada. Ante la pregunta de cómo se sueña que se transforme La Alhambra con la Zona Urbana de Aire Protegido, responde: “pues, ya ha cambiado mucho, a comparación a como era antes. Mire cómo está de bonita ahora que va a ser peatonal en el día. Las fachadas están pintadas y eso le gusta a la gente que viene a comprar y a los que trabajamos acá se nos hace más agradable. Está una elegancia. ¿Qué cómo sueño que cambie? Es que esta zona siempre ha estado en transformación”.
Por: Juan Diego Restrepo Toro - SMM