Édgar en compañía de Silvana, su compañera de vida
Medellín ha sido reconocida nacional e internacionalmente por sus grandes obras de infraestructura y por la aplicación de metodologías recogidas en un concepto poderosísimo como el urbanismo social.
Al recibir el premio Lee Kuan Yew, considerado el nobel de urbanismo, un excalde de la ciudad en su discurso manifestó con acierto “Si hay algo bueno que le puede pasar a las ciudades es que, independiente del cambio de gobernantes, las cosas buenas continúen".
Este es solo uno de los motivos por los que hoy Medellín es un laboratorio de buenas prácticas de innovación social. Otro de ellos, es, sin duda alguna, la continuidad de los profesionales que se constituyen en verdaderos puentes del conocimiento y referentes de experiencia.
En la Empresa de Desarrollo Urbano podemos citar uno de esos casos como un ejemplo de lo que debe ser la valoración del talento humano.
Édgar Díaz, sociólogo de la Universidad Autónoma Latinoamericana y profesional social de la EDU hace más de quince años, es, sin temor a equivocarnos, uno de nuestros principales activos y un protagonista de lo que conocemos como urbanismo social.
Sus primeros retos los tuvo al frente del Proyecto Urbano Integral de la zona Nororiental, por allá en 2004, cuando el primer metrocable de esta ciudad surcó el cielo y coronó las laderas de Santo Domingo.
“Yo venía de ser profesional para el Politécnico en el Programa de Regularización y Legalización Urbanística, y con experiencia en el Programa de Mejoramiento de Barrios Subnormales (Primed), en la comuna 13, además de trabajo con comunidades”, cuenta Édgar.
El trabajo con las comunidades hace parte del ADN de la EDU en su metodología social, en la cual Édgar es un gran referente
Su nueva misión era incluso más compleja, pues en esta zona se gestó todo el programa de reinserción de las milicias populares y había una ausencia del Estado tan grande que no había tejido social ni mucho menos confianza en lo público.
“El éxito de los PUI es que gran parte de la metodología se basa en la participación de la gente durante todas las etapas de los proyectos. Por ejemplo, son las comunidades las que reconocen las potencialidades de los territorios y nos ayudan con el diseño en los talleres de imaginarios. Luego, para la ejecución se contrata mano de obra local y ya para su entrega se les devuelve el espacio intervenido en un ejercicio de corresponsabilidad”, explica.
Más allá de este paso a paso, Édgar reconoce que es en la calle, cuando se camina cuadra por cuadra cada uno de los territorios y se convoca a reuniones pequeñas, como las que él llama corrillos, que se entienden las necesidades reales de los territorios.
Eso hicimos en la zona nororiental, la que dividimos en varias áreas de intervención, como fueron Popular, Santo Domingo, Juan Bobo y Andalucía, para realizar un buen diagnóstico y formular un plan maestro que recogiera todas las tipologías de proyectos identificados con los territorios.
De ese ejercicio nacieron unidades deportivas, paseos urbanos como el de la calle 107, parques públicos, puentes peatonales que rompieron con las barreras físicas y sociales como el del Mirador, soluciones habitacionales como Juan Bobo y La Herrera y el parque biblioteca España, entre otras obras.
“El paseo de la 107 fue un eje estructurante junto con el la línea del metrocable hacia Santo Domingo. Las obras recuperaron el tejido social de unos vecinos que se habían encerrado por el miedo de la violencia y dinamizaron la economía local. Prueba de ello fue que allí se pasó de 48 tiendas a más de 200 unidades económicas”, expresa Díaz.
Fue tanto el éxito de este PUI que su experiencia la replicó en otros tres instrumentos de planificación, ejecutados en las zonas Centroriental, Comuna 13 y Noroccidental. Esta intervención integral de los territorios es, quizás, la única metodología que ha trascendido en el tiempo y hoy siga siendo una de las principales solicitudes de los habitantes de Medellín en algunas comunas.
“El verdadero éxito de los PUI no son las obras de infraestructura, es la manera como el Estado resuelve las necesidades físicas y sociales de los territorios más vulnerables de la ciudad, con un enfoque muy claro en el que la participación ciudadana es innegociable”, dice.
“La EDU ha sido una escuela”
Luego de más de quince años de apoyar y ahora coordinar equipos sociales en los territorios, Édgar confiesa que su motivación es compensar ese tiempo que le dedicó al trabajo social, a su esposa Silvana y a sus hermanas y sobrinos.
Su familia es una de las prioridades de Édgar, a ella le dedica gran parte de su tiempo
Sus horas de vuelo en metrocable y sus incansables recorridos por los callejones de San Pablo, La Francia, Andalucía, Popular, Santo Domingo, y cuanto corrillo armó para socializar y concertar las obras que le han merecido a esa zona diferentes premios, han sido ejemplo para muchos profesionales quienes ven en Édgar un reservorio de historias fascinantes de una ciudad resiliente.
Hoy, a sus 57 años de edad, lidera al equipo de participación y elabora los informes de empleabilidad de las obras públicas que ejecuta la EDU.
“Hoy mi tiempo lo reparto entre el trabajo y mi familia. Soy una persona agradecida con la vida por los nueve hermanos (cinco mujeres y cuatro hombres) que me dio y por la compañera de vida que me ha acompañado en este viaje”.
De Silvana no duda en describirla como una mujer inteligente, consejera, leal y amorosa, en una relación que nació en las aulas de la Universidad Autónoma y que hoy la describe como una de sus mejores decisiones.
A su lado ha soportado los golpes más duros de su vida, como cuando su hermana mayor, Nelfi Díaz, partió de este mundo. “Ella fue un gran apoyo para mí. A ella le debo mis estudios y gran parte de lo que he conseguido”.
En medio de esa nostalgia, que todavía se siente cuando habla de ella, aparecen otros recuerdos imborrables de las lecciones que le ha dado la vida.
“La familia lo es todo. Son los seres que siempre están con uno en las buenas y en las malas, por eso siempre trato de estar con ellos, expresa mientras recuerda anécdotas de sus placeres".
Disfruta de los viajes y de la música de los años sesenta, los boleros, la salsa, los bailables, la popular y todo lo que se pueda saborear con un buen aguardiente. Dentro de poco conocerá Turquía, aunque dice preocupado que con la situación actual por el coronavirus, prefiere que le devuelvan la plata y esperar una mejor época para viajar. Otro de los sueños que tiene aplazado es ir a Europa con su esposa.
En la EDU los elogios le sobran, y no por que se distinga por contar su repertorio de historias y anécdotas en las calles de Medellín, sino por el compromiso y la humildad que lo caracterizan, principales virtudes de un profesional social que nunca ha renunciado a construir ciudad con la gente: un principio innegociable en su vida.